Porque el viento va cambiando de dirección. Como estaba previsto, por otra parte. De esta forma, los dos grupos de izquierda han ido escenificando en las tres o cuatro últimas semanas su paulatino distanciamiento con el PSOE para ir así preparando una segunda parte de mandato más beligerante en busca del evidente rédito electoral. El desalojo por parte de la Policía Local de exempleados de Lipasam de la propia sede consistorial --a la que habían accedido para protestar sin permiso alguno con el apoyo de esos dos partidos-- ha servido de palanca en la que apoyar esta nueva y previsible fase. Espadas ya no es amigo. Ni siquiera es necesario para la marca blanca de Podemos en la ciudad ni para Izquierda Unida. Ambas organizaciones, de hecho, preparan su confluencia y este asunto del desalojo está sirviendo para comprobar la enorme sintonía. De modo que más allá de las críticas a la actuación policial, el distanciamiento de los socios no tiene más que una lectura política vinculada a la lógica más aplastante. Se alejan porque es lo que toca. Sin desalojo, otro caso hubiera servido de justificación. En el pleno del estado de la ciudad del pasado lunes llegaron incluso a amagar con una moción de censura, aunque con un olor a farol demasiado intenso. Todos saben que para lanzarla necesitarían al PP. Y por ahí no van a pasar.
Sin ese respaldo de los cinco ediles del extremo izquierdo del arco municipal --los tres podemitas y los dos comunistas--, a los socialistas no les queda otra que redoblar los esfuerzos en ese constante ejercicio de equilibrismo que han venido realizando para sacar adelante presupuestos y ordenanzas fiscales, donde han tenido que buscar también a Ciudadanos. Si bien el propio Espadas ha mantenido su talante y su discurso dialogantes y de confraternización con sus socios originales, a los que les ha pedido estos días moderación y entendimiento. «Siguen siendo mis dos grupos predilectos», les llegó a indicar para, de paso, cortocircuitar su retórica bélica; si no hay respuesta agresiva, la provocación se queda también en nada. Con todo, tendrá el alcalde en los discípulos de Albert Rivera un más que probable asidero para lo que queda de mandato. Otra vez. La formación naranja, con sus tres componentes, ha sabido sacar provecho a esas debilidades del gabinete de Espadas imponiendo medidas fiscales y tributarias de «buena venta» entre la gente, uno de los principales objetivos de una formación sin mochilas ideológicas y con la vista puesta en que tengan eco asuntos «de interés público». Pero va a llegar la hora también para Ciudadanos de remangarse y meterse en la pelea de verdad, y en ese cuadrilátero habrá que ver si mantienen el impoluto aspecto o el sudor les empieza a afear; o se llevan un tortazo, claro. Hasta ahora han podido mantenerse en esa equidistancia tan compleja en la política a todos los niveles. Cuesta pensar que puede servirles para llegar a un escenario de campaña electoral como el que se irá echando encima. Al menos de puertas hacia fuera, tendrán que endurecer su relación con el poder o reforzar su marketing para hacer ver que están imponiendo medidas a un gabinete socialista que se las ve y se las desea para llegar a donde hace falta a causa de su escasez de componentes.
Que los naranjas hayan tenido una presencia relativamente importante en el panorama local pese a ser sólo tres sus concejales tiene mucho que ver con la desaparición del PP en estos dos años. La marcha a Madrid del exalcalde y cabeza de lista tras perder casi 70.000 votos y una alcaldía vital para el partido descompuso las filas hasta tal punto que se generó una crisis interna nunca vista en la provincia y la capital. Resuelta en falso con el congreso que ha dado el triunfo a la facción crítica liderada por Virginia Pérez y cuyo líder espiritual es el incombustible Javier Arenas. Ésta, como es lógico, ha empezado a maniobrar para reconfigurar el grupo municipal, donde el portavoz que dejó Zoido, Alberto Díaz, parece tener las horas contadas. Pérez, Virginia, va a colocar al frente del grupo a Pérez, Beltrán, que le ha acompañado en el complicado trayecto lejos de la zona de confort y ahora espera recibir su premio como líder de la oposición a Espadas a la espera de que el partido escoja candidato a las próximas municipales. Este movimiento y su experiencia en la Plaza Nueva le dan opciones incluso para encabezar la próxima lista electoral, pero para eso la carrera de fondo no ha hecho más que empezar, los obstáculos del antiguo aparato popular en Sevilla –donde muchos esperan a quienes lideraron la revuelta- van a ser múltiples y, además, será Génova quien tenga la última palabra al tratarse de una ciudad de la envergadura y la importancia de la capital andaluza. El baile de nombres será importante, pero los Pérez han dado un paso de gigante en esa carrera hacia el poder. El papel que pudiera desarrollar Beltrán Pérez como portavoz será fundamental en esa pugna por la candidatura para las municipales de 2019, que todos los partidos tienen ya entre ceja y ceja a pesar de que sólo haya transcurrido la mitad del mandato. Es el sino de la política actual, en campaña constantemente.
¿Y la ciudad? Pues como era de esperar, sigue languideciendo entre la falta de financiación para los proyectos -especialmente de la Junta de Andalucía, bajo mínimos en todos sus niveles después de meses y meses de labor nacional e interna de Susana Díaz- y la sumisión de los dirigentes a los intereses de sus direcciones políticas. Nada nuevo. Aunque pocas veces tan acentuado.